jueves, 7 de mayo de 2015

Historia del manto de las Palomas (II)

Si la hermandad era la encargada de la organización de los cultos de Cuaresma, el Hospital hacía lo propio en los de septiembre. Era en éstos en los que el incansable Ángel Redel desplegaba su amplia capacidad creativa decorando no sólo el altar mayor y el camarín de la Virgen con profusión hoy inimaginada, sino exornando de manera fastuosa la totalidad de la iglesia en un modo que no ha sido superado todavía, tal y como nos describen minuciosamente las crónicas.



El capellán había logrado su objetivo. Durante todo el septenario no cupo un alfiler en la iglesia del Hospital de San Jacinto. La afluencia de fieles y devotos fue tal que hubo que anunciar que en los cultos “no se permitirá entrar en la iglesia más sillas que las de mano y los catrecillos, a fin de evitar el abuso que viene cometiéndose en la puerta de los templos donde se celebran ciertos cultos, con el continuo entrar y salir de las personas que alquilan los muebles referidos” . Además, en el “espléndido lunch” que aquel año siguió a la anual fiesta del Colegio de Abogados, Ángel de Torres y Gómez recordó a Ángel Redel que “el año anterior, y con motivo de la celebración de la misma fiesta, hizo presente la necesidad de que, de acuerdo con el señor obispo de la Diócesis, se abriera una suscripción pública con objeto de que pudiera llevarse a cabo la ampliación del templo que, dijo, era muy reducido para encerrar entre sus muros a la imagen de la Virgen de los Dolores
por la que el católico vecindario de Córdoba siente en todas las épocas grande fe, demostrada en el extraordinario culto de veneración que a todas horas se observa en su iglesia” .

Descripción del manto


Según dejara escrito el propio Ángel Redel, él fue el autor de la traza del manto y de la saya, siendo ambas piezas bordas por la monja servita sor Catalina del Espíritu Santo Angulo, ayudada por Rafaela Barbudo, viuda de Otero. Reconoce que se tardó en su realización un total de 18 meses invirtiéndose 133 onzas de oro con 15 adarmes en hilo de oro. El coste total, descontando el terciopelo, que fue donación de Encarnación Barrionuevo, viuda de Calzadilla, fue de 10.299 reales con 48 céntimos, añadiendo Redel que “su valor es de mucho más alto precio, toda vez que no se ha incluido la mano de obra y su dirección y dibujo, todo de más costo que los materiales”. Esta cantidad fue cubierta gracias a una suscripción popular restringida. La familia de otra monja, sor Visitación, costeó la saya en su integridad .

El color que actualmente vemos en el terciopelo de este manto no es el original. Éste era mucho más claro, entre celeste y turquesa –como figura en algún inventario- y se perdió cuando se restauración en 1965 para la Coronación Canónica, pasándose el bordado a otro terciopelo más oscuro y de inferior calidad . 

Al seguir en vigor el famoso decreto del obispo Trevilla, la Semana Santa de Córdoba se organizaba en esta época por una comisión municipal en la que participaban representantes de las hermandades. Estamos en la Cuaresma de 1898, el momento en el que Córdoba, al igual que el resto de España, se estremece con las desalentadoras noticias que llegan de Cuba tras la voladura del Maine. En este año el presidente de dicha comisión era Abdón Usano, miembro a su vez de la cofradía de los Dolores. Éste expuso, en sesión ordinaria de la Junta de Gobierno del 15 de marzo de dicho año, que la mencionada comisión municipal abrigaba el pensamiento de que la Virgen de los Dolores hiciera estación el Domingo de Ramos “en cuyo solemne acto podría lucir el nuevo y magnífico manto recientemente construido interpretando así el deseo de la comisión junto con el vecindario”. El hermano mayor, Joaquín Velasco, agradece la intención y lamenta que “sería imposible acceder al menos en el presente año a tan laudable propósito porque para sacar a la Santísima Virgen en procesión se necesitaba hacer un gasto muy superior a lo que los escasos fondos pudieran producir”, respondiéndole Usano que el Ayuntamiento estaba dispuesto a subvencionar a la hermandad con 250 pesetas, cantidad que ésta aceptó .


Jesús Cabrera
Córdoba Cofrade, nº 54, septiembre 1997