viernes, 3 de abril de 2015

Poema dedicado a la Stma. Virgen en su Viernes Santo

Queridos hermanos 

Un hermano nuestro, de forma anónima, nos envía un poema dedicado a la Stma. Virgen en su Viernes Santo, con la ilusión y seguridad, renovadas día día, de que Ella, por su bendita intercesión ante Cristo, nos seguirá iluminando y protegiendo a lo largo de nuestra vida.



¡Ay, Madre de Dios bendita!,
Lirio de gracia tallado,
Soberana de la pena,
Reina llena de quebranto,
Blanca Rosa de los Cielos,
Suspiro de Dios amado,
Azucena nazarena,
Jardín cuajado de nardos,
Emperatriz del consuelo,
Lucero de amor sembrado,
Patio cordobés bendito,
Blanco clavel agostado!,
¿dónde vas, Tierna Doncella,
por tu Córdoba llorando
que te puedes quebrantar
con tanta pena llevando?

Bambalinas desde el Cielo
vinieron a ver tu llanto
anunciando un Sol en llamas
la tarde del Viernes Santo.

¡Divina Rosa encendida!,
en los cielos elevados
se enmudeció todo, al verte
puro clavel solitario;
y el llanto aromó tu cara
como un jazmín nacarado,
y quedó fundido el oro
de tu pecho desolado.

Nada turbó tu hermosura,
todo se quedó callado
porque pasaba el dolor,
por ninguno superado,
de la Madre tierna y buena,
¡la del Pálido Quebranto!

“Y bajaron para verte
las estrellas y los astros”,
cubriendo su pecho negro
-la noche del Viernes Santo-,
en silencio sepulcral,
con ojos llenos de llanto,
el silencio dolorido,
el nazareno callado,
los querubines del cielo,
San Rafael apenado,
la Virgen de la Fuensanta,
los apóstoles y santos,
los mártires cordobeses,
San Álvaro desolado,
y todas las almas buenas
que Jesús siempre ha premiado
con la gloria celestial
por su amor hacia el hermano.

Y el mismo cielo estrellado
tiñó la noche de luto,
de negro puñal clavado,
porque pasaba el dolor
por Córdoba coronado
en un domingo imborrable
de un florido mes de mayo.

Y fue tanto el dolor que había
que, con llanto desbordado,
cubrieron también su pecho
con cintas de escapulario
aquellas monjas servitas
que de siempre te cuidaron
y las que ahora te ofrecen
su consuelo cotidiano;
que consolar es servir
y se sirve consolando
que no hay consuelo y servicio
-tanto monta, monta tanto-
si no servimos a Dios
consolando a nuestro hermano.

Fuiste pasando en silencio
y Córdoba te fue rezando.
¡Virgen Santa Dolorosa,
llevabas un beso clavado
de todos los cordobeses
la noche del Viernes Santo!