La hermandad de los Dolores ofrecerá en su estación
de penitencia del próximo Viernes Santo una silueta que mantuvo desde
el último tercio del siglo XIX hasta hace unas tres décadas al
recuperar un juego de candelabros para la peana de Nuestra Señora de los
Dolores que le confieren su estampa más característica.
Todas las piezas han sido conservadas por la
cofradía servita y después de un impecable proceso de restauración
realizado por la empresa cordobesa Herpoplat han recuperado su
esplendor originario. El juego de candelabros consiste en dos grandes de
cinco puntos de luz cada uno, realizados en metal plateado y dorado, que
van situados en los extremos delanteros de la peana de la Virgen de
los Dolores. Además, se completan con cuatro brazos realizados en
plata de ley que se colocarán en el frontal de la misma. Aunque no se conserva en la hermandad documentación
específica sobre estos candelabros, por lo que se puede suponer que
fueran una donación específica, ya figuran en las primeras fotografías
del paso de Nuestra Señora de los Dolores, datadas en la década de los
80 del siglo XIX. Desde ese momento han figurado en todas las salidas
procesionales y se caracterízan por sus inconfundibles tulipas.
De forma paralela, la hermandad ha decidido también
recuperar cuatro de los angelitos que decoran la peana procesional de
1779 y que tallara para la misma el artista cordobés Francisco
Arellano. Los dos mayores, que portan una cornucopia de metal dorado
con flores, van situados en las ménsulas de las esquinas delanteras
y los dos más pequeños escoltan al medallón central.