Comienzan en aquel mismo momento los preparativos creándose una comisión para que visitase al obispo Sebastián Herrero y Espinosa de los Monteros y solicite el correspondiente permiso. Se delega en Ángel Redel para la reparación “con la mayor economía posible” de los candelabros del paso . Diez días después se hace público el itinerario que seguirá la procesión: Capuchinos, calle de Torres-Cabrera, plaza de Capuchinas, Alfonso XIII, García Lovera, Letrados, María Cristina, Claudio Marcelo, Ayuntamiento, plaza del Salvador y cuesta del Bailío. La hermandad, debido al estreno multitudinario del manto y aconsejada quizás por Redel prohíbe “arrojar flores al paso de la sagrada imagen para evitar deterioro en el magnífico manto de terciopelo azul que lucirá por primera vez en la calle” . Al tantas veces citado vecindario debió parecerle ridículo el recorrido propuesto, por lo que la hermandad se vio en la obligación de ampliarlo, quedando de la siguiente manera: Capuchinos, Torres-Cabrera, San Zoilo, San Miguel, Mármol de Bañuelos, Alfonso XIII, García Lovera, Letrados, María Cristina, Claudio Marcelo, Ayuntamiento, plaza del Salvador, San Pablo, Barberos, Álamos, Juan Rufo, Alfaros y cuesta del Bailío .
El Domingo de Ramos, 3 de abril de 1898, a las cinco de la tarde, se ponía en marcha la procesión extraordinaria que no tenía otro objetivo que lucir el manto de las Palomas. Abrían el cortejo los batidores a caballo de la Guardia Municipal, seguidos de los acogidos en el Asilo de Mendicidad, estandarte de la hermandad, cofrades de los Dolores, Santa Cruz y el paso de la Virgen. Tras él marchaba una comisión del Ayuntamiento presidida –cómo no- por el teniente de alcalde Abdón Usano, padre de la causa; una sección de la Guardia Municipal y la banda de música del Ayuntamiento. La procesión volvió a San Jacinto bien entrada la noche .
Usado también en Viernes Santo
Esta salida extraordinaria de la Virgen de los Dolores en Domingo de Ramos, día en el que la congregación servita hacía estación de penitencia desde su fundación hasta la llegada uniformadora del decreto de Trevilla, haría que se volviera a pensar en este día para realizar otra salida procesional distinta a la del Viernes Santo, con el manto de las Palomas, y poder así recorrer diversos barrios de la ciudad. Pero mientras llegaba la holgura económica que lo permitiera se buscó la fórmula intermedia de procesionar en Viernes Santo con el manto azul en años alternos, algo que en aquellos años primiseculares no causó el escándalo que hoy, al parecer, puede originar. Pero hubo que esperar casi dos décadas para el restablecimiento de la procesión del Domingo de Ramos, manto de las Palomas incluido como requisito imprescindible, según acuerdo de la Junta General de hermanos . Esta singular procesión se mantuvo hasta 1921, llegando a barrios diversos como San Agustín o San Pedro y con un cortejo formado exclusivamente por mujeres. Tras este periodo, el manto azul volverá a lucirse, como atavío procesional de la Virgen de los Dolores, en algunas de las salidas extraordinarias, como las de la Coronación Canónica en 1965, entre otras.
Los poetas y el manto
Como se ha visto, desde el estreno de este manto en 1897 el pueblo de Córdoba lo acogió inmediatamente, singularizándolo del resto y bautizándolo con el sobrenombre de las Palomas. La popularidad de esta destacada pieza del ajuar de la dolorosa servita encontró rápidamente eco en la voz de los poetas. En el mismo año en que se concluía su bordado, Enrique Redel, sobrino del capellán del Hospital de San Jacinto, escribía el poema ‘La Virgen de los Dolores de Córdoba’ en el que decía que
“Con más flores de oro que
estrellas luce el cielo
refulge tu manto azul de rico terciopelo”
Curiosamente, diez años más tarde, el mismo autor publica en su libro ‘La lira de plata’ la ‘Plegaria a la Virgen de los Dolores’ en la que habla del manto y, sin saberse el motivo, sustituye las palomas por estrellas, confundido acaso por el manto que regalara el obispo Alburquerque en 1865:
“mi cielo, Madre
de los Dolores,
es tu azul manto lleno de estrellas
de albos fulgores”
Poco después, en 1910, Guillermo Belmonte Müller compone el soneto ‘Al paso de la Virgen de los Dolores’ en el que afirma que:
“Llevas el manto azul de terciopelo
donde blancas palomas en tu duelo
te dan compaña con las alas quietas”
Es ésta una pequeña selección de los poetas que han cantado a la Virgen de los Dolores de Córdoba haciendo mención del manto de las Palomas. En esta muestra no podían faltar los prolíficos hermanos Arévalo García. Francisco, dentro de su más peculiar estilo, incluye en su libro ‘Córdoba, cárcel de amor’ de 1931 el poema ‘Nuestra Señora de los cordobeses’ en el que establece el siguiente paralelismo:
“La Virgen de los Dolores
tiene un manto de palomas
y tú lo tienes de flores
cuando a la reja te asomas”
Antonio Arévalo, por su parte, introduce el asunto que nos ocupa en el mismo título del poema. Se llama ‘Las palomas de la Virgen’ y dice que
“Las palomas de tu manto
son las que te dan consuelo,
ellas enjugan tu llanto
y suben contigo al cielo”.
Jesús Cabrera
Córdoba Cofrade, nº 54, septiembre 1997