Queridos/as hermanos/as en Cristo:
Os deseamos una muy feliz Navidad en compañía de vuestros familiares y seres queridos, con un especial recuerdo para todos aquellos que se encuentran solos, abatidos en el lecho del dolor, desvalidos, tristes por la pérdida de alguna persona entrañable, o preocupados por la situación que vivimos provocada por la actual crisis económica y laboral. El pesebre es precisamente el lugar más recóndito, más íntimo, en que puede encontrarse el hombre que se siente sin fuerzas, sin compañía, abandonado, que no encuentra acogida en sitio alguno. Recordemos que la Sagrada Familia llegó allí precisamente porque nadie le dio posada. Pero hasta allí mismo, hasta esas situaciones tan difíciles, llega el amor infinito del Niño Dios, porque fue Él quien quiso nacer en ese lugar.
Por eso, veamos en estas fiestas como Jesús, que nació en un humilde pesebre, está al lado de los que sufren y de los que padecen; como Él es el amigo que nunca nos defrauda, y que siempre nos acompaña ante cualquier circunstancia adversa de la vida.
Convirtamos la Navidad no en consumismo superficial e intrascendente, sino en una buena noticia, en una gran alegría: Jesús nos ama y se hace presente en la historia de cada uno de nosotros. Escuchemos el corazón gozoso de la Virgen, nuestra Madre, que nos enseña como Cristo, después de dos mil años –como lo será siempre-, sigue siendo la Palabra que ilumina a todo hombre que lo busca sinceramente; como Él es el Camino, la Verdad y la Vida, como Él es el centro de la historia, su principio y su fin, y como nuestra vida, sin ese Niño Dios, carecería de sentido.
Hagámonos niños, como Dios se hizo niño naciendo en un humilde pesebre. Dios esta ahí, al lado nuestra, llenando la noche de Nochebuena de luz y de paz. Él no pide nada, y lo da todo. Está allí esperando a que nos acerquemos a Él con confianza, dejándonos invadir por su amor.
Veamos en la Navidad la belleza de todo lo bueno que Dios nos da, empezando por nuestra Bendita y Dolorosa Madre, Emperatriz de nuestras esperanzas y consuelo de todos sus hijos. Seamos generosos de espíritu, no solo en la Navidad, sino a lo largo de toda nuestra vida, porque ante Jesús, nacido pobre, el corazón del hombre debe rendirse, desde el silencio, por su amor incondicional.
Que en estas fiestas tan entrañables en que Dios, clemente y misericordioso, quiso rebajarse a la condición humana, tengamos la firme voluntad de transformar para siempre nuestros rencores en bondad, nuestros odios en perdón, nuestras desilusiones en esperanza cierta, y nuestra intolerancia en comprensión. Ese es el mensaje que debemos transmitir, como cristianos, los que formamos parte de esta hermandad.
Que aprendamos todos de la Santísima Virgen a recibir a Jesús en la fe, para que sepamos ser testimonio vivo de su mensaje de amor, lo hagamos crecer en nuestras vidas y lo demos a nuestros hermanos.
Alegrémonos, pues, porque Dios ha nacido. Acordémonos todos de todos, rezando cada uno de nosotros en esta Nochebuena, en esta Navidad (¡ojala eso se hiciese realidad cada día del año!) por todos los demás que integran nuestra cofradía (especialmente por los más sufrientes), porque eso precisamente es lo que nos une a pesar de la distancia, lo que nos hace estar en comunión en la hermandad desde la diversidad.
Con los deseos de que el Niño Dios traiga la paz a vuestros hogares y con la seguridad de que la Santísima Virgen os seguirá amparando y protegiendo bajo su celestial y amoroso manto en el próximo año nuevo, recibid un cordial abrazo de toda la junta de gobierno de vuestra hermandad.
En nombre de la junta de gobierno,
Juan José Jurado Jurado,
hermano mayor.