Nací en el mes de Octubre del año 1.941, en el seno de una familia
cristiana, católica, practicante y muy
devota de Nuestra Señora La Virgen De Los Dolores,
principalmente mi abuela materna, que creo fue camarera por los años 20
(1.920). Recuerdo que cuando a penas tenía 5 o 6 años, me llevaba casi todos
los días a visitar a Nuestra Señora, en el Convento de San Jacinto, y luego me
invitaba a merendar en la confitería de La Purísima, más tarde comenzó a llevarme a misa, a primera
hora de la mañana, y una vez finalizada ésta, también me invitaba a desayunar
en la misma confitería.
Por aquellos años, ya empecé a pedir permiso a mi padre, también
muy devoto de Nuestra Señora y por supuesto hermano de nuestra Hermandad, para
que me diera de alta como hermano, y así
poder salir de monaguillo en la procesión del Viernes Santo, a lo que me
respondió que hasta que no hiciese la Primera Comunión, no me daría
de alta como hermano; pero que el mismo día que la hiciese, sería hermano de mi
querida Hermandad.
El día 25 de Julio del año 1.947, a primera hora de
la mañana, por supuesto, delante de Nuestra Señora La Virgen de Los Dolores,
recibí mi Primera Comunión, junto a mi hermana María Dolores, y justo al
terminar la entrañable Eucaristía, con mi padre (q.e.p.d.), acompañado del
Hermano Mayor D. Fernando Fernández de
Córdova y Martel (q.e.p.d.), que también asistió a dicha Eucaristía, en la que
recibí por primera vez el Cuerpo Cristo, entramos a la sala de juntas de la Hermandad y me dieron de
alta como hermano (¡que buen regalo!), en mi querida Hermandad.
El Viernes Santo del año
1.948, por primera vez en mi vida acompañé, ya
con túnica y cubrerostros de nazareno, a Nuestra Señora.
Por aquellos años, la procesión bajaba hasta la Catedral, por La Victoria, la actual Avda.
de Fleming, calle Torrijos, y volvíamos por la calle de la Feria, calle Nueva,
Tendillas, Avda. del Generalísimo, hasta nuestro Convento.
Recuerdo con especial cariño a D. Ramón Madueño, que junto a D.
Fernando Fernández de Córdova, era el “Alma Mater” de nuestra Hermandad; hasta
tal punto que durante unos años, las túnicas de nazareno las guardaba y
entregaba en su casa de la calle de la
Feria, en donde tenía una tienda, creo recordar que de
ultramarinos.
También recuerdo como nos escondíamos los nazarenos más jóvenes
por donde podíamos (incluso en los cuartos de baño), para salir en la procesión
lo más cerca posible de La
Virgen, por supuesto que nos llevábamos las correspondientes
“broncas” de los responsables del desfile, cuando nos encontraban.
Un tío abuelo mío, Eduardo Sanz Noguer (q.e.p.d.), también muy devoto de Nuestra Señora y
cofrade, que era el encargado, junto a D. Juan Cadenas (q.e.p.d.), de intentar
mantener el orden entre los miles de penitentes, que en aquellos años
acompañaban a Nuestra Señora en la procesión del Viernes Santo, me invitó varios años a
ayudarle en tan imposible tarea, tanto era así que un Viernes Santo, me
partieron la vara de madera que llevaba.
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Con mi amigo y cofrade ejemplar, José María López Pascual (q.e.p.d.) |
Durante estos “cortos” años, he colaborado con la Hermandad, en todo lo que se me ha pedido: he ayudado a organizar, durante varios años, la procesión, he pertenecido a varias Juntas de Gobierno, he sido “capataz” (no me gusta la palabra), digamos que he ayudado a llevar el paso de Nuestra Señora, vestido de nazareno, durante bastantes Viernes Santos, hasta que el responsable de organizar la procesión decidió cambiar el paso de ruedas a ser portado por costaleros.
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Con mis hermanos de la antigua sección 15 (hoy 14), algunos ya con El Padre y con Nuestra Señora |
Desde aquel
Viernes Santo, en el que por primera vez Nuestra Señora fue llevada sobre los
hombros de costaleros, continuo acompañando a mi querida imagen cada Viernes
Santo, con mi cirio en la sección 15, hoy día, 14.
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Tres generaciones: con mis hijos Nacho y Ángela, y
mi nieto mayor Antonio
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Por último, quiero decir que desde aquel lejano Viernes Santo del
año 1.948, no he dejado de acompañar a Nuestra Señora ni una sola de las veces
que Ella ha salido de su Convento para recorrer las calles de nuestra ciudad,
fuese o no Viernes Santo; ni tampoco de
asistir a la primera misa que se ha celebrado en el mismo, cada Viernes de
Dolores.
J. Sanz