Queridos hermanos,
Queremos compartir con todos vosotros el texto que nuestro hermano Jesús Cabrera, nos ha hecho llegar. Dicho texto sirvió de la presentación del cartel, del año 2009, "Foro Pasión por Córdoba Cofrade", en el que aparecía la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores. Dicha presentación se celebró el 29 de marzo de 2009.
El encuentro
visual con el rostro de la
Virgen de los Dolores provoca siempre una sensación
imborrable. El sereno dramatismo de sus facciones es el secreto por el que
desde hace nada menos que casi trescientos años esta imagen goza de la
predilección de los cordobeses, algo que se puede comprobar día a día entre los
muros de este templo o dentro de cinco días cuando la ciudad entera se postre a
las plantas de la Gloriosa Señora,
sin hablar de la apoteosis del Viernes Santo.
La Virgen de los Dolores muestra
sólo su rostro y sus manos, y en el primer caso menos que cualquier otra
dolorosa cordobesa por la presencia insustituible del rostrillo. No necesita
más. Porque la cálida caída de sus párpados, el elegante arqueo de las cejas y
la exacta dilatación de las aletas nasales son la perfecta exteriorización
anatómica del dolor contenido. A ello hay que añadir las siete lágrimas
–siempre el siete en todo lo que rodea a la Señora- y los portentosos labios que vencen las
leyes de la materia y están en un temblor permanente que corta el aliento a
quien descubre el prodigio.
Así de simple
es el secreto irrepetible de Nuestra Señora de los Dolores. Éste es el imán que
atrae generación tras generación los corazones de la ciudad y que cautiva a
quien llega de fuera y se enfrenta con esta Dolorosa sin igual.
Si se quiere,
a todo esto, se le pueden añadir mantos bordados, corazones con dagas, coronas
y diademas de los mejores orfebres. Si se desea, su pecho y sus manos pueden
rutilar con broches, collares, pulseras y sortijas de valiosísima pedrería que
quedan prendidos a ella no como símbolo de ostentación sino como deseo de
eternidad en su cercanía por quienes los donaron con gratitud y hoy ya no están
con nosotros.
Así es la Virgen de los Dolores que
en unos instantes vamos a descubrir en el cartel del foro Pasión por Córdoba
Cofrade. Porque esta imagen, como un milagro más de los obrados por su
misericordiosa intercesión, es hoy como era ayer. Y rezamos a la misma a la que
rezaron nuestros abuelos, porque en estas últimas décadas, tan convulsas en la
estética cofrade, no ha cambiado en ella ni un alfiler.
Ajena a las
modas y extraña a las vanguardias, la
Virgen de los Dolores que está en este cartel es la de hace
casi medio siglo y todo se conserva tal cual. Ahora, en su camarín, prácticamente
luce las mismas piezas que se ven en la fotografía y la única diferencia está
en el tiempo transcurrido. Nada más.
Es ésta una
fotografía de José Jiménez Poyato. En el magnífico blanco y negro que trabajaba
este artista, se nos muestra a Nuestra Señora dentro de ese estilo tan personal
que tuvo con una textura tan próxima al neorrealismo italiano. Los contrastes
entre las luces y las sombras dejan espacio para el matiz de lo suave en este
portentoso retrato de tres cuartos.
La expresión
del rostro es lo primero que atrae en este cartel por las razones antes
mencionadas. La fotografía está tomada al aire libre –en alguno de los patios
del convento, seguro-, aunque un cortinaje opaco cierra el fondo. La luz
natural del día es el prodigio que tanto en este cartel como en las primeras
horas de cada estación de penitencia, hacen que la bendita faz de la Virgen de los Dolores cobre
vida propia. Qué bien le sienta la luz del sol, cómo modela cada una de sus
facciones, a diferencia del reflejo de la candelería que, como toda candelería,
provoca una iluminación contrapicada que sí, que nos permite disfrutar de su
rostro en la oscuridad de la noche, pero con unas sombras contra natura que
desvirtúan el unívoco mensaje de su faz dolorosa.
Luce la Virgen el manto de
Alburquerque que sus devotos llevamos en el recuerdo por lo injustamente
alterado. Luce la corona de diario, la gran corona que con tanto cariño le
diseñara don Ángel Redel para convertirla en Soberana del Dolor. La diadema de
la marquesa de Conde-Salazar ciñe sus sienes junto al rostrillo de las grandes
ocasiones entre encajes de antigüedad incalculable. Sobre el pecho –y esto nos
delata que la fotografía debió hacerse en Cuaresma- ostenta el corazón del
septenario, el gran broche de oro y pedrería y las flores y estrellas que tan
de moda estuvieron entre las mujeres en la segunda mitad del siglo XIX y que
Nuestra Señora luce varias décadas antes de que se generalizara entre las
dolorosas el uso de estas alhajas cimbreantes.
La fotografía
corresponde a los momentos previos a la coronación canónica. La madre Corazón,
entrañable monja servita, regordeta y de facciones casi varoniles, ya no era la
encargada de vestir a Nuestra Señora. Le había sustituido en tan impagable
honor sor María de la Cruz,
llegada a este convento desde su Fernán Núñez natal meses después de terminar
la guerra y tan servita que nunca dejaba de presumir de su hermano Antonio, que
por tierras italianas lucía con el porte airoso de la Campiña el negro hábito
bajado del cielo.
Dentro de esa
continuidad que en lo estético ha caracterizado siempre a Nuestra Señora de los
Dolores, el paso de madre Corazón a sor María de la Cruz supuso un giro en la
presentación pública de tan venerada imagen. Este cambio, sólo perceptible en los
matices, no alteraba en absoluto lo fundamental de esta devoción. Si madre
Corazón era la monja perfeccionista que equilibraba los encajes, que medía la situación
de cada alhaja, que buscaba la proporción en los volúmenes del manto y que sabía
a la perfección que cualquier variación en la colocación del rostrillo suponía
la alteración en la expresión del rostro, sor María fue una fiel hija de su
tiempo, como se ve en la fotografía. Si madre Corazón era deudora de la
catolicidad solemne y reglada de Pío XII, y de la ortodoxia de fray Albino, sor
María fue heredera de la frescura de Juan XXIII y de la campechanía manchega de
monseñor Fernández Conde.
Estamos en los
primeros años sesenta, el tiempo, sí, del Papa Roncalli, pero también de
Kennedy, de Los Beatles, de El Cordobés. Era el momento de la esperanza en un
nuevo orden mundial que se refleja, aunque parezca paradójico, en la
indumentaria de Nuestra Señora de los Dolores. Del academicismo de madre
Corazón hemos pasado al impresionismo de sor María: dos estilos para una misma
finalidad. Lo importante ahora es el impacto emocional, la sensación que
percibe el devoto que se acerca a la Santísima Virgen.
Poco importan los alfileres, las simetrías, la perfección de los pliegues,
cuando dentro de ese calculado y estudiado desorden se alcanza el fin,
maravilloso y sublime, de convertir a la Gloriosa Señora en asombro de
propios y extraños.
Y así, para
asombro de propios y extraños, nace este cartel del foro Pasión por Córdoba
Cofrade, el cartel de un colectivo de internautas que dedican a Nuestra Señora
y que quieren compartir con toda la ciudad. Quienes asistan a este acto y
desconozcan el significado de un foro de Internet, sepan que es un lugar
virtual donde se habla, se informa y se opina de las hermandades cordobesas. A
lo mejor también hay quien haya oído hablar de él en términos negativos; es
natural, la tendencia siempre es matar al mensajero. En este caso,
contradiciendo al maestro McLuhan, el medio no es el mensaje, sino que éste es
reponsabilidad del autor, pero la perversión del sistema hace que, a diferencia
de los foros clásicos, la idea no se transmita con la transparencia del cara a
cara, sino desde el resguardo del anonimato.
¿Es esto bueno
o malo? Pues ni una cosa ni la otra; es como es. Internet es una tecnología aún
en pleno desarrollo cuyos límites nos son inalcanzables. Tanto su propia
evolución como la madurez de los usuarios están comenzando a poner coto a los
abusos. Cada foro –los hay cofrades, sí, pero también políticos, taurinos,
futbolísticos o filatélicos- cuenta con una figura llamada moderador, quien
solo o en colaboración de otros se encarga de arbitrar la convivencia.
Ésta es la
única manera de garantizar la pervivencia de esta plataforma cofrade, porque el
mundo de las hermandades es un mundo muy sensible donde todos los que formamos
parte de él lo hacemos de modo altruista, sólo empujados por la devoción a
nuestros titulares. Cualquier crítica sin sentido, cualquier opinión sin
fundamento, cualquier afirmación, en definitiva, sin caridad que aparece en la
pantalla de un ordenador es un grave atentado a los sentimientos más íntimos de
una persona. Sobre los moderadores, por tanto, recae la responsabilidad de
atajar sin miramientos los abusos gratuitos antes de que el descrédito caiga
sobre los foros.
Sé que el caso
de Pasión por Córdoba Cofrade no éste y buena prueba de ello es que estáis aquí
dando la cara. Me consta también que hay un espíritu fraternal que os une por
encima de las divergencias lógicas que puedan existir. El mejor ejemplo del
estilo positivo que desde hace año desarrolláis es la edición continuada de
este cartel de Semana Santa que ahora ve la luz.
Es un lugar
común calificar a la Virgen
de los Dolores como la Señora
de Córdoba. Ella es una imagen distinta que ha sabido madurar una personalidad
propia en todo lo que la envuelve. Su estilo carece de parangón y no se ajusta
a los estándares comunes. Pero, eso sí, Ella es tan potente que trasciende todo
convencionalismo y ante su presencia nada hay más importante. Obra el prodigio
de minimizar todo aquello que le rodea en un plano secundario, como la cera, la
música, el andar costalero. La
Virgen de los Dolores mantiene vivo el espíritu de que lo
fundamental es Ella y sólo Ella, mientras el resto es lo que es: elementos secundarios.
Se va a
descubrir el cartel del foro Pasión por Córdoba Cofrade y como he explicado
vamos a ver un primer plano del rostro de Nuestra Señora. Vamos a centrarnos en
él y a abstraernos de todo lo demás. Su mirada es la de hace trescientos años, pero
tiene la actualidad de nuestros días. Cuando siglos de devoción y de historia
colocan a una imagen en esta privilegiada posición, no nos queda más que gozar
de este lujo; cuando, encima, se divulga a través de un cartel de esta
categoría, no nos queda más que el sincero agradecimiento.
Córdoba,
29 de marzo de 2009
Autor: Jesús Cabrera