Con este precioso título comienza el escrito María del Amor Rasero
Zárraga, una joven sevillana, que cumplió el sábado su sueño rezar ante Nuestra Señora de los Dolores en su camarín, tras quedarse prendada de su hermosura desde la Regina Mater, momento desde el que Nuestra Madare, es faro y guía de su fe. Ese momento provocó en ella
un cúmulo de sentimientos que María del Amor ha querido plasmar en este
bello escrito que queremos compartir con todos nuestros hermanos y
devotos.
Dolor de mis amores…”
Ella es la torre que corona la ciudad
de los mil colores en Mayo con sus patios colmados de hermosas flores. Es el
agua que emana de las fuentes que en Córdoba sacian la sed. Y la cúspide de un
triángulo que, escalón a escalón, se alcanza con la fe y la devoción. Es el
dolor pleno, el desgarro y la amargura.
El dolor de una madre, solo una madre
lo sabe. Pero su dolor, es sin duda también el nuestro. Y el nuestro, el de
Ella. No hace diferencias, lo acoge en su corazón. Entra y se queda en él, lo
mece y lo sana, te ayuda sin exigencias.
Ella son los ojos en los que se
refleja el Cristo de los Faroles; y las flores que a sus pies se anclan con la
peticiones de los enamorados de Dios; y en las velas, esas que le dejan
aquellos necesitados de peticiones, porque saben que Ella también está en la
llama de sus oraciones.
No hay dolor más bello y amargo que el
de María. Y en Capuchinos, en esa plaza que se vuelve dolor cada primavera, Ella
lo convierte en esperanza, fervor e ilusión. Los Dolores de María, el luto por
antonomasia, la angustia hecha belleza en cada rasgo de su cara.
Dolor
de mis amores,
¡a tus pies suspiran los hombres! Y las mujeres, y los niños, y tus monjitas, y
tus costaleros…y yo, que de sevillanas maneras, elegí quererte como te quiero.
Dolores de mi amor sincero, te regalo mi prosa, para darte las gracias eternas
por dejarme rezarte a solas.
“Amor
de mis amores,
mi
corazón con tuyo:
¡Reina
de los Dolores!”
A
la Virgen de los Dolores.
María del Amor Rasero Zárraga